No podía faltar en este apartado de clásicos “Highway to Hell”, un álbum imprescindible en la colección de cualquier amante del hard rock. Grabado en los estudios Roundhouse de Londres en 1979, constituye el legado del prodigioso Bon Scott, quien poco después fallecería durante esta misma gira, víctima de los excesos de la vida en carretera de una figura llamada a convertirse en un mito de la historia del rock. Aún así, dejó a sus espaldas un puñado de excelentes trabajos entre los que destacan “High voltage”, el estreno discográfico de unos jovencísimos AC/DC, y “Let there be rock”, que no se quedan a la zaga del álbum motivo de reseña. Afortunadamente, los hermanos Young supieron sacar fuerza de flaqueza haciéndose con los servicios del Geordie Brian Johnson y editando otro verdadero clásico, “Back in black”, en 1980.
Volviendo a “Highway to hell”, todo en este disco es sensacional: desde la llamativa portada, donde Angus luce cuernos y cola como si de un diablillo se tratase, la producción, con ese sonido añejo que en vinilo provoca una sensación inigualable (quizá sea nostalgia, pero hay algo que los compactos jamás han sido capaces de captar, pese a la mejora evidente que han significado), o el timbre de voz inimitable y personal de Bon Scott, que transmite algo más que feeling, hasta el muro sonoro que forman las guitarras de Angus y Malcolm unidas a la base rítmica de Cliff Williams en el bajo y Phil Rudd en la batería. Los diez cortes, compuestos en su totalidad por los hermanos Young y Bon Scott, aunque cabe recordar que Malcolm siempre ha sido el “cerebro” del grupo, son ejercicios simples de rock’n’roll, intensos y ágiles a partes iguales, tal y como AC/DC se han mostrado siempre, pero con una maestría y genialidad de las que pocos pueden presumir. “Girls got rhythm”, “Walk all over you”, “Shot down in flames” (que servía como tema de apertura en muchos de los conciertos de aquel tour), “Get it hot” (recuperada para el primer tramo del “Stuff upper lip Tour”) y “If you want blood (you’ve got it)” poseen unos riffs de guitarra que derrochan pura adrenalina, posiblemente de los más inspirados de la historia de los australianos. La popular “Highway to hell” tiene un lugar indiscutible reservado en las memorias de la música rock del siglo XX. En “Touch too much” rozan la gloria (ni decir que es mi canción favorita), “Night prowler” es la dosis bluesera que no puede faltar en ningún álbum de la banda, mientras que el ritmo boogie de “Beating around the bush” hace de ésta la pieza más marchosa y movida del plástico.
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