martes, abril 22, 2008

MUSICA TZOTZIL CONTEMPORANEA.

Ya en alguna ocacion mi carnal me comentava que en la meseta purepecha un vez escucho a algunos chavos escuchar metal del mero pesadote y que se le hiso muy raro pues esta gente vive en pleno cerro de muy dificil acceso, hoy tarugiando por la red me encuentro con esta nota:

"A través del metal y el rock estamos gritando que existimos, que no somos fantasmas", dijo Israel Robles, baterista del grupo seri Hamac Casiim.
Hamac Caziim surgió en 1997 en Punta Chueca, Sonora, e interpreta cantos ancestrales en una versión antigua de la lengua seri.
En 2007 puso a la venta un disco homónimo. "Nosotros oímos música en inglés y en español. Sentíamos el peligro de que nuestros cantos se perdieran, así que los mezclamos con instrumentos electrónicos para que nuestros muchachos los aprendieran", dijo Robles.
Robles es sobrino de Amalia Astorga, anciana nombrada "Guardiana de los tesoros del desierto" por el Museo del Desierto en Arizona. Mientras ella se acompaña de sonajas, Hamac Casiim intrepreta los mismos cantos con guitarras eléctricas. "Ante la discriminación que sufre la cultura indígena, buscamos posicionarla y preservarla al mismo nivel que la cultura hispanohablante", sostuvo por su parte Damián Guadalupe Martínez, fundador en 1996 de Sak Tzevul, una banda de Zinacantán, Chiapas, que toca rock o, como ellos dicen, "música tzotzil contemporánea", influida por sonidos tradicionales y rezos, por Pink Floyd y Lacrimosa.

"La nuestra es una propuesta para decir que podemos incluir a la 'modernidad' sin perder nuestra identidad", dijo Damián Martínez.
Autor del libro Rock Mexicano: Sonidos de la Calle, el músico e historiador José Luis Paredes "Pacho" consideró que estas agrupaciones reflejan los cambios provocados por la migración y la hibridación cultural, las contradicciones del discurso hegemónico de identidad nacional y cuestionan la supuesta "pureza" de la música.
En 1976, Carlos Monsiváis escribía acerca del Festival de rock de Avándaro: "Es una respuesta autónoma y original y es, también, un hecho colonial, no porque un festival de rock sea exclusivo de la cultura norteamericana sino por el reclamo básico: duplicar sin problemas una experiencia ajena; es decir, una vez más, ponernos al día gracias a la emulación servil". (Amor perdido).

Para el sociólogo Gabriel Careaga, las ansias y las angustias de los jóvenes mexicanos estaban más cerca del bolero sentimental o de los mariachis que de las canciones de los Rolling Stones, según escribió en 1977 en Biografía de un joven de la clase media."Cuando empezamos decían '¿cómo va gustarle algo a la comunidad si sólo escuchan música ranchera?' Pero la música ranchera tampoco es puramente indígena, fue impuesta desde la radio y la televisión", dijo en entrevista el líder de Sak Tzevul.
Los integrantes de Hamac Caziim y Sak Tzevul no dudan en definirse como "movimiento musical". Aunque Hamac Caziim y Sak Tzevul son las dos bandas con más difusión, la existencia de agrupaciones como ellas tiene por lo menos 20 años. En 1992 José Luis Paredes ya mencionaba a bandas de punk otomí como Orines de Puerco y Batalla negativa, ésta última creada por José Guadalupe Robles en 1990 en San Cristóbal Huichochitlán, Toluca.
"Entre nosotros nos hablábamos en otomí y los chavos nos preguntaban por qué no hacíamos letras en esa lengua. Esa petición nos hizo entender que teníamos que rescatar lo que éramos como cultura", dijo en entrevista. Entonces cambiaron su nombre a Nu Boxte (Ayuda mutua), sacaron el cassette "Tiempos Difíciles", con 500 copias y 17 canciones, seis en otomí, pero desapareció en 2003.
En 1998 se creó en Cardonal, Hidalgo, Súper Coraje, una banda otomí que interpretaba canciones tradicionales a ritmo de rock y cumbia con instrumentos construidos con botes de leche, acocotes y guitarras viejas. "Queríamos tocar nuestra música pero no teníamos los instrumentos, así que nos pusimos Súper Coraje", recuerda José Isidro Cruz, ex integrante de la banda desintegrada en 2007.

El antiguo Instituto Nacional Indigenista incluyó tres canciones suyas en el disco "Del costumbre al rock", grabado en 2000. José Isidro Cruz ya compró guitarras y teclados, pero dos de sus cuatro integrantes ya emigraron a Estados Unidos.

La reivindicación cultural que hacen este tipo de bandas siempre es consciente. Su simple existencia de por sí ya es un acto de reivindicación cultural.

"Falta ver si puede desarrollarse un movimiento musical. Creo que todavía es un fenómeno muy focalizado en algunos grupos étnicos, con poca relación incluso entre ellos mismos sin que esté mediada por las instituciones de gobierno", señaló José Luis Paredes.

"Creo que hemos preparado el terreno para lo que queremos hacer", finalizó Damián Flores.